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de viajes corporativos.

de viajes corporativos. Asimismo, Airbnb también colabora con Concur, una compañía de soluciones para viajes de empresa. Actualmente, un 10 % de los clientes de Airbnb son personas que viajan por negocios. Teóricamente, Airbnb tendría que ser un fracaso absoluto. ¿Quién podría estar interesado en alquilar su bien más valioso a alguien a quien no conoce y a quien probablemente no va a conocer nunca? “La gente pensaba que estábamos locos de remate”, admite Chesky. Y desgraciadamente han ocurrido unos cuantos desastres sonados, como el de un anfitrión neoyorquino que creía haber alquilado su apartamento a una persona que necesitaba alojamiento para sus suegros, que iban a una boda en Nueva York, y luego des cubrió que la habían utilizado para celebrar una fiesta sexual, que el periódico New York Post describió de manera memorable como de “orgía de focas”. Para deshacerse de los malos huéspedes —y de los malos anfitriones—, Airbnb solicita a los usuarios que publiquen en la web una crítica de la otra parte al concluir la estancia. De esa manera, los interesados pueden leer las críticas antes de decidir si hacen o aceptan una reserva. Además, Airbnb ofrece a los propietarios un seguro de hasta un millón de dólares y excluye a los que, según Chesky, “no respetan nuestros valores”. Por ejemplo, va contra las reglas alquilar viviendas en las que no residen los propietarios o alquilarlas por 365 días, ya que de esa manera se retiran valiosas viviendas del mercado inmobiliario que se necesitan para cubrir la demanda de los residentes locales. No obstante, Chesky afirma que eso no ocurre muy a menudo. “El hecho de compartir nuestro hogar parece sacar lo mejor de nosotros mismos”. La ventaja de Airbnb es que se sitúa en el extremo benigno de lo que hoy en día se conoce como ‛economía colaborativa’, un sistema en el que la gente corriente crea micronegocios basados en compartir bienes personales. Uno de sus vecinos, Travis Kalanick, director de Uber, la aplicación de transporte de pasajeros en coches particulares, se enfrenta a la dura oposición de los taxistas profesionales, de las autoridades reguladoras, líderes de la sociedad civil, expertos en finanzas e incluso de algunos periodistas después de que un ejecutivo de Uber sugiriera hurgar en la vida privada de una periodista americana que había criticado a la empresa. El apodo de Chesky es “el Travis bueno”. Se mire como se mire, el negocio de Chesky es una combinación extraordinaria de lo que su amigo Jony Ive, director jefe de diseño de Apple, describe como “una ambición desenfrenada y un pragmatismo absoluto”. Pero lo más remarcable es lo único de lo que los usuarios no quieren hablar: ¿es legal? Los hoteles están obligados a observar una normativa estricta tanto en materia de seguridad y de protección contra incendios como en materia de seguridad alimentaria e higiene. En cambio, los anfitriones de Airbnb como mucho tienen que controlar que los detectores de humo funcionen y, en ocasiones, dejarle al huésped una botella de vino y un poco de leche, huevos y café. Muy pocos contratan un seguro EL CRECIMIENTO VERTIGINOSO DE AIRBNB LE SUPONE UNA VALORACIÓN DE 25.000 MILLONES DE DOLARES EN EL MERCADO. EN COMPARACIÓN: MARRIOT TIENE UN VALOR DE UNOS 21.000 MILLONES DE DÓLARES. NO ESTA NADA MAL PARA UNA STARTUP QUE HACE OCHO AÑOS NO ERA MAS QUE AIRE. de alquiler. Los hoteleros y los sindicatos que representan a los trabajadores de hostelería alegan que, en el mejor de los casos, esas prácticas son injustas, y en el peor, ilegales. En su opinión, los huéspedes que se alojan en la vivienda de un particular deberían pagar tasas turísticas como hacen los clientes de los hoteles, y los propietarios deberían pagar impuestos sobre las rentas obtenidas. Muy pocos inquilinos de Airbnb pagan tasas turísticas y muy pocos propietarios declaran sus ingresos. En muchas ciudades, la normativa que se aplica a los edificios de apartamentos prohíbe los alquileres de menos de 30 días, a no ser que el propietario resida en la vivienda. Pero muchos anfitriones de Airbnb ignoran esa restricción. Estas prácticas molestan a las autoridades municipales y a los recaudadores de impuestos, que afirman que Airbnb no está jugando limpio. En mayo, el Fiscal General del Estado de Nueva York emprendió acciones legales para obligar a Airbnb a entregar datos anónimos sobre un propietario a dos inquilinos. En algunas ciudades, han intentado incluso prohibir la actividad de Airbnb. “Hay gente que piensa que somos peor que un dolor de muelas”, admite Chesky. Sin embargo, se nota que empiezan a soplar nuevos vientos. El año pasado, Chesky obtuvo una victoria legislativa en San Francisco: la Junta de Supervisores de la ciudad legalizó los alquileres de menos de 30 días. Según la nueva ley, los arrendadores deben residir habitualmente en San Francisco y tienen que inscribirse en un registro municipal. La ley también permite alquilar casas enteras por un máximo de 90 días al año, establece impuestos sobre los alquileres y obliga a los anfitriones a contratar un seguro de alquiler. Otras ciudades y otros países que permiten compartir vivienda de ese modo son, por ejemplo, Londres, Ámsterdam, Francia, Portugal, Hamburgo, Filadelfia, Portland, San José y Nashville. Este cambio legislativo es una buena noticia para el negocio de Chesky. San Francisco sigue siendo uno de sus mercados más importantes, con casi 5000 casas y apartamentos, y eso lo ha impulsado a buscar nuevos servicios que él y su banda internacional de anfitriones (casi siempre) alegres puedan ofrecer, ya se trate de comidas, visitas guiadas o transporte. También a nivel personal, ésa es una noticia estupenda para Chesky, quien se ha alojado en cientos de Airbnbs —muchos de ellos en San Francisco— “para poder conocer mejor el negocio”. A propósito: su piso de tres habitaciones en South of Market sigue registrado en Airbnb. Si quiere dormir en su sofá, es todo suyo por 40 dólares la noche. 64 j LA EDICIÓN BLOCKBUSTER

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